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Los números de la economía brasileña revelados hacia finales de julio, evidencian la hegemonía del rentismo en la economía nacional, asfixiando el sistema productivo de la economía física, desde luego esto tendrá repercusiones sociales para el próximo gobierno, independientemente de quien vaya a ocupar el Palacio presidencial de Planalto a partir del primero de enero de 2019.
Los datos levantados por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) son atemorizantes: 13 millones de desempleados, 37 millones en actividades informales y nada menos que 65.6 millones que dejaron de buscar empleo o de ejercer alguna actividad laboral.
Por su parte, el Instituto de Estudios para el Desarrollo Industrial (IEDI) informa que la industria, a pesar de haber registrado una recuperación del 13% en junio, en relación a mayo, arruinada por la huelga de transportistas, ha mostrado una pérdida progresiva de dinamismo desde el inicio de 2018 con una caída del 2.5% en el segundo trimestre del año, en relación al primero.
En sintomático contraste, el sector financiero sigue batiendo récords de desempeño; hasta los grandes centros financieros globales están sorprendidos, tal y como lo ilustra el artículo de la revista londinense The Economist, reproducido por el periódico O Estado de S. Paulo (“Los lucrativos bancos brasileños”, 5 de agosto de 2018):
“Pero los grandes bancos privados del país prosperan. En la recesión, ni el banco Itaú Unibanco o el Bradesco, las dos mayores instituciones bancarias privadas, vieron la rentabilidad de su patrimonio (el ROE, indicador del retorno de las ganancias en relación con el patrimonio) caer por debajo del 15.9%.
El 30 de julio, el Itaú reportó un rendimiento líquido en el primer semestre de 12 500 millones de reales (3 300 millones de dólares) y un ROE del 20.1%. Unos días antes, los bancos Bradesco y Santander, brazo de la institución española, reportaron ROE por arriba del 15%. Muchos bancos europeos están trabados en un porcentaje de un dígito. A pesar de que el Banco Central ha reducido la tasa Selic de 14.25% en octubre de 2016 a una tasa mínima récord de 6.5% en marzo de este año, algunos analistas pronostican una contracción de las ganancias. Lo que no ocurre todavía”.
Las fabulosas ganancias de los bancos contrastan con el desencanto que se difunde ante la perspectiva negativa de la economía y la descomposición de los servicios como la salud pública; estos últimos tan deteriorados, se han tornado impotentes para prevenir y tratar el regreso de enfermedades tipo el sarampión y la fiebre amarilla, además del retroceso en la mortalidad infantil, la cual volvió a subir después de 26 años.